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LA RESPUESTA SEXUAL HUMANA

LA RESPUESTA SEXUAL HUMANA

EL DESEO, LA EXCITACIÓN Y EL ORGASMO

El deseo erótico es el deseo o la necesidad de actividad sexual. A veces, la persona se siente sexual de una manera espontánea, y se siente movida a buscar una experiencia sexual; algunas veces, aunque la persona no esté especialmente interesada por la sexualidad, la presencia de un individuo atractivo o la existencia de una situación determinada pueden provocar su apetito sexual.

Todos los apetitos - el hambre, la sed, la fatiga, es decir, la necesidad de dormir-, incluido el deseo sexual, tienen su origen en el cerebro. El apetito sexual surge en una zona especial del cerebro localizada en una zona que controla la emoción. La componen complicados circuitos y centros neurales, y, cuando éstos se activan, la persona se siente "caliente".

Diferentes fuerzas físicas y psíquicas pueden afectar los centros sexuales y el deseo sexual de una persona. Si alguien está enfermo, deprimido o angustiado, estimulado o abatido por ciertas drogas, o bien si ha recibido el mensaje de que la sexualidad es algo malo, o si ha sido herido o rechazado, no es probable que sienta intensos deseos sexuales. Por otra parte, si alguien está en buena forma física, si su estado de ánimo es bueno, si considera que la sexualidad es algo positivo, y sobre todo si está enamorado o si está en compañía de una persona que le atrae, es probable que se sienta muy sexual.

Los argumentos más frecuentes de sus fantasías sexuales son los siguientes:
- imaginar tener relaciones sexuales con una mujer diferente a la compañera habitual
- figurarse realizando el acto sexual con varias mujeres a la vez
- pensar en actividades homosexuales con otros hombres
- recordar contactos sexuales anteriores
- fantasías sadomasoquistas, en las que se considera que la violencia tiene un atractivo especial, pues se une el dolor al placer sexual; el hombre desempeña el papel de dominador o dominado ante una mujer sumisa o autoritaria.

El deseo sexual lo experimentan tanto las mujeres como los hombres. Tanto hombres como mujeres tienden más a desear y a disfrutar de la relación sexual con una persona a la que aman que con un extraño. El amor constituye un estímulo sexual, tanto para los hombres como para las mujeres. Estar enamorado intensifica los deseos y respuestas sexuales del individuo. Si una persona es objeto de un leve contacto por parte de algún amigo informal del sexo opuesto, no es probable que exprese una respuesta sexual, mientras que, si la persona de quien estás enamorado o "encaprichado" te roza la mano, aunque sea por casualidad, es posible que sientas excitación. Esta relación entre el amor y el deseo es tan estrecha para algunas mujeres, que les resulta imposible desear o responder sexualmente a un hombre a menos que estén enamoradas de él. Existen también hombres igualmente normales a los que les ocurre lo mismo, pero, en nuestra sociedad, esta actitud está más extendida entre las mujeres.

La segunda y tercera fases de la respuesta sexual, la excitación y el orgasmo, difieren del deseo en cuanto se caracterizan, sobre todo pero no únicamente, por unos cambios físicos en los órganos genitales.

Los órganos genitales de hombres y mujeres experimentan cambios similares para prepararse para la relación sexual. En el varón, un conjunto de reflejos produce una excitación o erección que hace posible la introducción del pene en la vagina, y otro conjunto de reflejos da lugar al orgasmo, por medio del cual los espermatozoides son depositados en el lugar en el que pueden cumplir su función fecundadora. En la mujer, la excitación causa secreción y tumefacción vaginal, mientras que el orgasmo produce únicamente placer. Tanto en el hombre como en la mujer, la fase de excitación de la respuesta sexual se produce por la vasocongestión genital. Esto significa que los vasos sanguíneos de los genitales se dilatan y se llenan de sangre.

Tanto para los hombres como para las mujeres la vasocongestión genital se produce por acción del sistema nervioso autónomo. Esto significa que este fenómeno no está bajo el control voluntario de la persona. Es decir, que un individuo no puede querer directamente la secreción en su vagina o la erección de su pene de la misma manera que quiere levantar un brazo. Los brazos y las piernas están bajo control del sistema nervioso voluntario. La excitación sexual viene después de la estimulación, y ocurre solamente si la persona está relajada y dispuesta para el placer. Si la persona se esfuerza demasiado por provocarla, es incluso probable que no se produzca, porque el esfuerzo voluntario puede inhibir una respuesta involuntaria.

Tanto los hombres como las mujeres experimentan la tercera fase de la respuesta sexual, el orgasmo, y en ambos éste es producido por la contracción refleja de ciertos músculos genitales. Sólo el orgasmo masculino es necesario para la reproducción, pues sirve para depositar los espermatozoides; el orgasmo femenino produce sólo placer, y, desde el punto de vista de la evolución, es en cierto modo un lujo.

El orgasmo consiste en la contracción refleja de los músculos genitales externos. En las mujeres, estos músculos están situados en torno a la vagina, y el placer de las contracciones orgásmicas suele experimentarse en este punto y en el interior de la pelvis.

El orgasmo masculino lo desencadena la estimulación rítimica del pene (especialmente del glande), y hasta hace poco tiempo se creía que el orgasmo femenino lo provocaba la estimulación de la vagina. Pero en la actualidad se dispone de datos que indican que esto no es así. La penetración en la vagina es extremadamente placentera y gratificadora para la mayoría de las mujeres, pero el orgasmo suele desencadenarse por estimulación rítmica del clítoris.

La estimulación directa del clítoris o de la zona inmediatamente circundante puede dar lugar a un orgasmo sin penetración en la vagina. Esto es lo que ocurre con la masturbación y en la relación manual y oral con un compañero. Desde luego, el orgasmo puede también producirse durante el coito, porque en estos momentos el clítoris es estimulado indirectamente: los movimientos de entrada y salida del pene constituyen una fricción del capuchón del clítoris, estimulando así este órgano. Además, con los movimientos de la pareja, la zona clitórica entra en contacto con el hueso púbico del hombre. La mayoría de las mujeres no pueden experimentar orgasmo coitales, por más que sean mujeres completamente normales. Esto se debe a que la estimulación clitórica que proporciona el coito es indirecta y no tan intensa como la estimulación directa del clítoris. La estimulación indirecta del clítoris puede no ser lo bastante intensa como para provocar el orgasmo, pero responden fácilmente a la estimulación clitórica directa por parte de su compañero. Esto no debe causar ninguna preocupación en cuanto a la sensibilidad de la mujer o la capacidad de su compañero como amante, no en cuanto al valor de la relación. Las parejas en las cuales la mujer necesita alguna estimulación clitórica directa para alcanzar el orgasmo pueden tener experiencias sexuales muy satisfactorias. No obstante, hay algunas mujeres a las que les cuesta mucho alcanzar orgasmos de la forma que sea. Este problema suele tener solución.

Una diferencia importante entre la sexualidad masculina y la femenina consiste en el hecho de que la mujer no tiene un período refractario de duración considerable entre distintos orgasmos. Incluso a una edad avanzada, la mujer puede tener muchos orgasmos inmediatamente sucesivos. Este fenómeno se denomina "orgasmos múltiples": se dice que la mujer es "multiorgásmica". Sin embargo, aunque la mujer es físicamente capaz de tener múltiples orgasmos, el deseo que la mueve a ellos depende de cada persona y de cada situación: una mujer que desee experimentar varios orgasmos en una ocasión puede no desearlo en otra. Muchas mujeres se sienten perfectamente satisfechas con un único orgasmo. Incluso la fase de excitación de una experiencia sexual puede resultarles a veces tan placentera que pueden no sentir en absoluto la necesidad de llegar al orgasmo.

En este aspecto, las mujeres son muy diferentes de los hombres jóvenes, cuya necesidad de orgasmos es muy fuerte. Los jóvenes suelen quedar decepcionados si no alcanzan el orgasmo después de sentirse excitados. Si un hombre es repetidamente excitado sin llegar al orgasmo, la vasocongestión resultante puede hacerse dolorosa, y suele desaparecer cuando se alcanza un orgasmo. Las mujeres tienen un problema análogo denominado "congestión pélvica crónica", cuando no tienen orgasmos con la suficiente frecuencia. Esta congestión produce una sensación de difuso malestar en la región pélvica.
 

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